En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te doy gracias por concederme un nuevo día más de vida. Te pido aumentes cada vez más mi fe para creer firmemente, mi esperanza para esperar sin desconfiar y mi amor para amarte sin medida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 21-24
En aquella misma hora Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: "¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy, nuestro corazón tiene que tomar una sola actitud, la de agradecer. Cristo hace una oración de agradecimiento, pero somos nosotros quienes debemos agradecer el tener a un Dios tan cercano. Nuestro Dios se hace humilde con los humildes, se hace accesible. Y es por eso que somos dichosos, por ver y oír lo que Dios hace a nuestro lado.
En el antiguo testamento, con los profetas y reyes, Dios era un Dios lejano, inalcanzable, inaccesible; que nadie podía ver, ni tocar. En cambio, en el nuevo testamento se ha hecho carne y ha querido habitar con nosotros. Se nos ha hecho tan cercano que se ha querido quedar en la hostia y darse completamente cada vez que comulgamos.
¡Somos dichosos de tener sagrarios tan cerca! Pero muchas veces los encontramos vacíos. No desaprovechemos que Dios se nos ha hecho tan cercano. Es para maravillarse el saber que Dios se ha hecho carne solo para estar con cada uno de nosotros.
Acostumbremos a nuestro corazón a agradecer y así siempre se mantendrá joven y bello. El corazón está hecho para amar y la mejor forma de hacerlo es dando gracias al Amado, simplemente por existir, por estar a nuestro lado, por sonreírnos, etc.
Agradecer es un acto de humildad, es reconocerse creatura necesitada delante de su Creador. Como personas somos muy fáciles en acostumbrarnos a recibir y dejar pasar el agradecimiento, pensando que nos lo merecemos. Pero aún que nos lo hemos merecido, debemos, como buenos hijos, agradecer.
Jesús en el Evangelio también nos muestra cómo orar. En primer lugar dice: “Te alabo, Padre”; no empieza diciendo “necesito esto y aquello”, sino diciendo “Te alabo”. No conocemos al Padre sin abrirnos a la alabanza, sin dedicarle tiempo solo a Él, sin adorar. ¡Cuánto nos hemos olvidado de la oración de adoración, de la oración de alabanza! Debemos retomarla. Cada uno puede preguntarse ¿Cómo adoro yo? ¿Cuándo adoro yo? ¿Cuándo adoro a Dios? Retomar la oración de adoración y de alabanza. Es el contacto personal, de tú a tú, el estar en silencio ante el Señor el secreto para entrar cada vez más en comunión con Él.
(Homilía de S.S. Francisco, 17 de marzo de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscar un tiempo para estar con Jesús Eucaristía para agradecer todo su amor por mí, manifestado de diferentes maneras; y cada vez que me acuerde durante el día de Él, agradecerle.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.