Nuestra vida es una misión – Catholic.net

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, te pido la gracia, de poder comprender lo que significa para mi vida el ser enviado por Ti a anunciar el reino de los cielos y cómo puedo hacerlo concreto en mi propia vida.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 7-15

En aquel tiempo, envió Jesús a los Doce con estas instrucciones: “Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente.

No lleven con ustedes, en su cinturón, monedas de oro, de plata o de cobre. No lleven morral para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bordón, porque el trabajador tiene derecho a su sustento.

Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, pregunten por alguien respetable y hospédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar, saluden así: ‘Que haya paz en esta casa’. Y si aquella casa es digna, la paz de ustedes reinará en ella; si no es digna, el saludo de paz de ustedes no les aprovechará. Y si no los reciben o no escuchan sus palabras, al salir de aquella casa o de aquella ciudad, sacúdanse el polvo de los pies. Yo les aseguro que el día del juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor que esa ciudad”.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Nuestra vida es una misión que nace del encuentro con el Señor. Encontrarse con Él, es descubrir las verdades más profundas y bellas que el hombre puede encontrar y recibir en su vida. Es un encuentro que toca lo más profundo de cada uno de nosotros y que llena todo nuestro ser.

En ese encuentro nuestra vida cambia, entra en nuevo ámbito en el que se da una verdadera alegría y plenitud. Vivir dentro de ese nuevo ámbito de relación con Dios no significa que nos separamos de nuestra vida cotidiana, familiar, social, cultural, sino por el contrario, nuestra vida es tocada por esa nueva relación, es integrada en ella. Esto nos hace ver por qué nuestra vida es una misión, porque en cada relación ya no es solamente yo quien me relaciono, sino que soy yo y Dios. Es cada encuentro donde anunciamos el reino de los cielos, donde llevábamos paz, alegría, luz y donde no necesitamos alforja, sandalias, o bastón, porque llevábamos a Cristo, la verdadera fuente de la felicidad.

Por ello, ser cristiano, creer, esperar y amar a Dios es ser apóstol, pues lo que recibimos en esa relación se comunica gratis. La fe es la virtud que nos permite entrar en relación con el Señor, que nos mueve a su búsqueda y encuentro. La esperanza la nutre y alienta. El amor la transforma. Preguntémonos: ¿Realmente mi vida es una misión, creo que soy apóstol del Reino? Dejemos que el Señor nos revele la maravilla de ser apóstol.

«Un cristiano no puede quedarse quieto, la vida cristiana es hacer camino, siempre. A lo largo del camino, prediquen, diciendo que el Reino de los cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Esta es, pues, la misión y se trata de “una vida de servicio”. La vida cristiana es para servir. Es muy triste cuando encontramos cristianos que al inicio de su conversión o de su conciencia de ser cristianos, sirven, están abiertos a servir, sirven al pueblo de Dios, y después terminan sirviéndose del pueblo de Dios. Esto hace mucho mal, tanto mal al pueblo de Dios. La vocación es para “servir”, y no para “servirse de”.»
(Homilía de S.S. Francisco, 11 de junio de 2019, en santa Marta).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Vivir con la conciencia que en toda relación y encuentro que tenga, Cristo está presente.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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