Hoy, 4 de mayo, se conmemora por primera vez a la beata Sandra Sabattini, universitaria italiana que perteneció a la Comunidad Papa Juan XXIII. Sandra fue beatificada en octubre del año pasado en una ceremonia presidida por el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Marcello Semeraro, quien la llamó “artista de la caridad”.
Y es que eso fue Sandra: una chica con un ingenio y creatividad muy especiales, condiciones que puso al servicio de quienes ella llamaba “los últimos”, esos que siempre serán “los primeros” para Dios.
Una familia católica como cualquier otra
Sandra Sabattini nació el 19 de agosto de 1961 en Rimini (Italia) siendo la primera de dos hijos de don Giuseppe Sabattini y doña Agnese Bonini, ambos piadosos católicos. Hoy, su hermano, Raffaele Sabattini, trabaja como médico en el Hospital Ceccarini en Riccione.
Sandra vivió sus primeros años en la casa parroquial de San Girolamo donde su tío, que era el párroco, había acogido a su familia después de que esta se mudara desde el Misano Adriatico.
Dios no abandona a nadie
En 1972, la pequeña Sandra empezó a escribir un diario espiritual, donde plasmaba sus pensamientos inspirados en el amor a Dios, que iba creciendo en su interior. Al año siguiente conoció al Siervo de Dios Oreste Benzi, fundador de la Comunidad Papa Juan XXIII, en una de las reuniones organizadas por su tío en la parroquia.
En el verano de 1974, animada por la Comunidad, participó en un programa de ayuda a personas discapacitadas. Aquella experiencia la transformó, la llenó de entusiasmo y le hizo brotar del corazón esas famosas palabras llenas de inspiración: “Nos hemos roto los huesos, pero son personas a las que nunca abandonaré”.
Esas no fueron palabras que se llevó el viento. Hacia 1980, la joven empezó sus estudios en la facultad de medicina de la Universidad de Bolonia; ella quería hacer de su profesión un canal por el que llegara el amor de Dios a los abandonados. Luego vendrían dos veranos más (1982-1983) en los que Sandra estuvo comprometida con su comunidad en la asistencia y acompañamiento a personas con adicciones a las drogas.
Fueron días en los que se levantaba de madrugada para orar frente al Santísimo Sacramento y luego asistir a la Eucaristía. Su espíritu juvenil la llevó también a participar de un coro y a aprender algo de piano.
Una novia en el cielo
Con 20 años, en medio de las fiestas de carnaval, conoció a Guido Rossi, quien poco después sería su novio. La amistad entre ambos y el amor a Cristo que compartían llenaron de sueños sus mentes: planeaban casarse, formar una familia santa y embarcarse en la aventura de las misiones médicas en África.
Lamentablemente esos sueños no se concretaron. El 29 de abril de 1984, Sandra Sabatinni sufrió un grave accidente: fue embestida por un vehículo que venía en sentido contrario, en el momento preciso en el que descendía del auto en el que estaba y se disponía a asistir a un encuentro de la Comunidad Papa Juan XXIII.
Esa mañana la acompañaban Guido, su novio, y Elio, uno de sus amigos, que también resultó herido. Sandra entró en coma y murió unos días después, el 2 de mayo. Tenía solo 22 años.
Cada minuto cuenta si se trata de amar
La Beata Sandra Sabatinni ha sido definida como “santa de lo cotidiano”. No hubo “grandes acontecimientos” que hayan rodeado su vida, a no ser que la grandeza se mida por el amor entregado. En una oración escrita en 1982, la beata escribió: “Señor, haz que cada acción mía esté determinada por el hecho de querer el bien de los jóvenes, cada minuto es una ocasión de amor que hay que aprovechar”.
Su biógrafa, Laila Lucci, subrayó ese aspecto de la vida de la beata en su extensa obra intitulada “La santa de al lado”; lo extraordinario está en hacer de la propia vida algo lleno de sentido, porque a cada instante se puede amar y amar.
El 6 de marzo de 2018, el Papa Francisco aprobó el decreto que reconoció las virtudes heroicas de Sandra Sabattini. El 24 octubre de 2021 se celebró la ceremonia de beatificación.
Ese día se realizó la procesión de una reliquia de la nueva beata, llevada al altar por Stefano Vitali, expresidente de la comunidad de Rimini, curado milagrosamente por intercesión de la beata: un poco de cabello guardado por quien fuera su novio, Guido, colocado en una cajita de dulces que la propia Sandra alguna vez decoró.
Etiquetas: Italia, santoral, santas, Novia
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